sábado, 11 de julio de 2009

jueves, 9 de julio de 2009

miércoles, 8 de julio de 2009

UBICACION HUMEDAL MEANDRO SAY

El humedal pertenece a la Localidad de Fontibón y limita al nororiente con la Avenida Centenario, al occidente, con los predios de la finca La Estancia, que se viene poblando con vivienda de interes social, hoy existen 8 urbanizaciones en gran parte de lo que era la finca y el cauce del río Bogotá, y al suroriente, nuevamente con el río Bogotá, y la Zona Franca, en donde actualmente se ha acondicionado un gran espacio para el funcionamiento del parque metropolitano Zona Franca, que recibe muchas visitas los fines de semana, pues se han dispuesto canchas para campeonatos de futbol. La franja comprendida por cauce abandonado en toda su extensión sirve como límite entre Bogotá y Mosquera.El meandro del Say, formado por antiguo cauce del río Bogotá, es conocido también como la Madre Vieja del río Bogotá. La parte interna del meandro del Say conformada por el rebose del cauce del río Bogotá en épocas de invierno, se localiza topográficamente por debajo del nivel del cauce actual, y de áreas aledañas como la zona de ronda.

HUMEDALES EN FONTIBON

Fontibón deriva su nombre de dos vocablos chibchas: Huntiva, "poderoso guerrero" y Ontivón, "Pueblo Chibcha". Esta zona fue codiciada por Gonzálo Jiménez de Quesada, ya que la solicitó ante el Rey.
Hacia 1594 habitaban en Fontibón ciento treinta y cinco sacerdotes muiscas que ejecutaban sus rituales religiosos entorno a lagos, humedales y al río Bogotá. Pero en 1599, el arzobispo Loboguerrero ordenó desterrar a ochenta de los sacerdotes y encarceló al resto. Para erradicar las costumbres indígenas se inició una campaña de catequización y se prohibieron, bajo la pena de excomunión, las consultas a chamanes y brujos. Años después la aculturación de los indígenas pasó a manos de los jesuitas.
El oidor don Francisco de Anucibay construyó puente para unir a Fontibón con Santafé. Más tarde, durante la Colonia y parte de la República, se construyó una vía de tierra con el fin de unir a Fontibón con la ciudad (actual calle 13) ya que en la zona se encontraban lagunas y grandes áreas inundables, por su proximidad con el río Bogotá, lo que dificultaba el traslado entre los municipios.
En las primeras décadas del siglo XX Fontibón era un municipio poblado por campesinos dedicados a la agricultura.
En la década del treinta, con la apertura de la Calle Trece o Avenida Jiménez, se dio un gran impulso al desarrollo de Fontibón, lo que atrajo las industrias al sector.
Meandro del Say
Reseña Histórica
A principios del siglo XX, las grandes haciendas que desde los tiempos de la Colonia rodeaban el meandro, comenzaron a ser parceladas dando paso a fincas de pequeños propietarios productores de maíz, papa, cereales y hortalizas, que pertenecían al municipio de Fontibón. Los pobladores de las inmediaciones de aquella curva del río Bogotá eran campesinos que mantenían escasas relaciones con la ciudad, debido a la falta de vías y a las lagunas que aislaban a Fontibón. Situación que durante los años 30 mejoró notablemente con la construcción de la calle 13.
La hacienda el Say pertenecía al señor José Alberto Ortiz quien dedicaba el terreno al cultivo de hortalizas y papa. Tras la muerte del propietario se efectuó un proceso de sucesión y se subdividió la finca entre los hijos y la esposa del difunto, quienes a la fecha son los propietarios. La hacienda se dividió en dos; el Say y la Estancia.
Del meandro del Say se encontraron fotografías aéreas tomadas a partir del 1978, período en el cual existían, tanto en la parte interna y las rondas, tierras de uso agrícola. La única intervención apreciable sobre el cauce del meandro era una vía de penetración hacia el área interna, que cruzaba mediante un puente el cuerpo de agua, destinada muy seguramente para el transporte de productos agrícolas hacia la Avenida Centenario.
En 1986 se presentaron cambios notorios en el cauce del río Bogotá, específicamente en la meandro del Say, pues se ejecutaron obras que desviaron el curso original del río, y su cauce a partir de ese año tomó un “atajo” artificial que elude el meandro”. En consecuencia, se disminuyó el caudal de agua en el meandro, mientras se incrementó la sedimentación, al tiempo que se acentuaba la población de vegetación lacustre. Es decir, el meandro, pasó de ser una curva como cualquier otra del río, a transformarse por efecto de la mano del hombre, en el humedal que conocemos.
Para esa fecha, en la parte interna del meandro la actividad agrícola se mantenía, pero era notorio la aparición de cercas vivas de eucalipto parcelando las zonas de cultivos.
En el área externa, la zona comprendida entre el meandro del Say y la Avenida Centenario, fue acondicionada para su posterior urbanización por medio de rellenos. Por su parte, la vía que penetraba el meandro no sufrió cambio alguno.
Para 1992 las condiciones del antiguo cauce del río Bogotá cambiaron nuevamente. El jarillón levantado para la desviación del río redujo aún más el aporte directo de agua del río hacia el meandro, incrementando su desecación. L espejo de agua disminuyó casi un 60% con respecto al de 1986. Así mismo, aumentó la presencia de vegetación lacustre, que se expandió a lo largo y ancho del cauce abandonado.

sábado, 4 de julio de 2009

HUMEDALES EN COLOMBIA


En Colombia existen varias clases de humedales, tanto de agua dulce como de agua salada: ciénagas, manglares, estuarios, arrecifes de coral, sabanas inundables, pantanos, lagunas, embalses, madres viejas y meandros.
En los humedales que forman parte de grandes ciudades, como es el caso de Bogotá, la sociedad interactúa con los ecosistemas, modificándolos, aun cuando depende de ellos para su supervivencia a largo plazo. Desde el punto de vista biofísico, los daños a estos sistemas y a su diversidad biológica son sinérgicos, es decir, se combinan o multiplican en un radio de afectación tan amplio que pocas veces pueden estar bajo el control humano y sus efectos pueden llegar a ser devastadores.

El Departamento Técnico Administrativo del Medio Ambiente, DAMA, autoridad ambiental dentro del perímetro urbano del Distrito Capital, se encarga de realizar acciones orientadas a preservar, administrar y conservar el medio ambiente y los recursos naturales de Bogotá, dentro del marco de la planificación urbana, por tanto, es la entidad encargada de gestionar proyectos que promuevan la protección y conservación de los humedales de la ciudad.
Bogotá cuenta con trece humedales que forman parte de la más importante centro de reproducción de aves al norte de los Andes: la Sabana de Bogotá, éstos son: La Conejera, Juan Amarillo, Torca, Guaymaral, Jaboque, Techo, El Burro, La Vaca, Córdoba, Santa María del Lago, La Tibanica, Capellanía y El Meandro del Say.


QUÉ ES UN HUMEDAL


El humedal es un ecosistema intermedio entre el medio acuático y el terrestre, con porciones húmedas, semihúmedas y secas, caracterizado por la presencia de flora y fauna muy singular. El Convenio Internacional de Ramasar, realizado en 1971 en la ciudad inraní al que debe su nombre, fue convocado por la alarmante desaparición de miles de hectáreas de humedales en todo el mundo, y el consecuente peligro de extinción de las especies que los habitan.
El Convenio define a los humedales como "extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de agua, sean estas de régimen natural o artificial, permanentes"



FUNCIONES DEL HUMEDAL



En cuanto a flora y fauna, el humedal es decisivo para la vida de muchas especies, algunas de ellas endémicas2 y en peligro de extinción, pues es el hábitat natural que genera los nutrientes y el ambiente necesario para la reproducción de gran cantidad de aves, como el pato de pico azul, las garzas y las tinguas, o mamíferos como el curí o los murciélagos y reptiles como la rana verde o la lagartija, además de múltiples especies de moluscos e insectos, en el caso de Bogotá.
El humedal es además albergue transitorio de muchas aves que en sus migraciones recorren el continente o el país. Es el caso de la garza castaña, los cardenales y los patos canadienses, que migran desde Norteamérica durante el invierno, para reproducirse o pasar algunos meses del año en los humedales de la sabana de Bogotá.
Por su capacidad de absorción, el humedal actúa como una gran esponja que retiene el exceso de agua durante los períodos lluviosos, reservándola para las temporadas secas, por lo que regula los efectos prejudiciales de las crecientes de los ríos y los consecuentes riesgos de inundación. Además aporta grandes volúmenes de agua a los acuíferos (aguas subterráneas), regulando el nivel freático y contribuyendo al mantenimiento de los manantiales. Así mismo, reduce la contaminación del agua, pues las plantas lacustres propias del humedal retienen sedimentos y metales pesados, por lo que funcionan como digestores de materia orgánica y purificadores naturales de las aguas contaminadas.
El deterioro ambiental en el que se encuentran los humedales de Bogotá es producto de un proceso que se inició hace varios siglos y que indiscutiblemente se acrecentó en la segunda mitad del siglo XX, como consecuencia de la ignorancia colectiva sobre los servicios ambientales que presentan estos ecosistemas, reflejada en su marginamiento de los procesos, muchas veces deficientes, de planificación del uso del territorio en la ciudad. Disposición final de aguas residuales domésticas e industriales sin ningún tratamiento, rellenos con basuras y escombros para crear suelo barato, que alberga gran parte de la población con menores oportunidades de ingreso, depredación de la fauna por las personas o sus animales domésticos, desecación y potrerización para actividades agropecuarias, son sólo algunos ejemplos de los usos equivocados que ha dado la sociedad a los humedales, y que prácticamente los ha desaparecido.
Zonas de ronda y preservación.
Los humedales no sólo están conformados por el cuerpo de agua o zona de inundación, sino por las áreas de transición: La Ronda Hidráulica y la Zona de Manejo y Preservación Ambiental.
La Ronda Hidráulica es la franja paralela a la línea media del cauce alrededor de los nacimientos o los cuerpos de agua, hasta de 30 metros de ancho (a cada lado de los cauces), de conformidad con lo dispuesto en el Decreto Ley 2811 de 1974. La ronda hidráulica es fundamental para la estabilidad del ecosistema, y se considera reserva forestal de protección ecológica, ya que abarca las áreas inundables que permiten el paso de crecientes no ordinarias y tiene la función de amortiguar, dinamizar y proteger el equilibrio del humedal, por tanto, no debe ser afectada por desarrollos urbanísticos o edificaciones.3
La zona de manejo y preservación ambiental es la franja de terreno de propiedad pública o privada contigua a la ronda hidráulica, destinada principalmente al mantenimiento, protección, preservación o restauración ecológica de los cuerpos y cursos de agua y ecosistemas aledaños. Su problemática es igual o más crítica que la de las mismas áreas inundables, pues su afectación y deterioro derivan de la alteración del suelo o la forma original, así como por la variación de los cauces naturales o su contaminación.




REVEGETALIZACION DEL HUMEDAL


La revegetalización del humedal, y sus zonas de Ronda y Preservación Ambiental con especies nativas, hace parte de la restauración ecológica, con el fin de recuperar a largo plazo la cobertura vegetal original y crear las condiciones ecológicas para restablecer la estructura y las funciones ambientales del ecosistema. La arborización y sus tipologías de plantación deben proteger los humedales ofreciendo los siguientes beneficios:
* Contribución a la regulación hídrica del humedal* Mejoramiento de la fertilidad del suelo* Atracción de insectos y aves silvestres.* Estimulación del desarrollo de hábitat para refugio y reproducción de avifauna.* Aumento de la oferta alimenticia para fauna residente y/o migratoria.* Protección del suelo contra fenómenos de erosión.Ornamentación por características de follaje, floración, colorido y otras.* Contribución a actividades de revegetalización por su rápido crecimiento.



LOS MUISCAS Y EL AGUA


Hace más de 20.000 años la Sabana de Bogotá era un gran lago, más sufrió el quebrantamiento de uno de sus bordes y se desaguó por lo que hoy conocemos como el Salto de Tequendama. La mitología muisca no sólo atribuye este grandioso evento a Bochica, sino que nos cuenta cómo el dios arrojó su vara de oro al Salto de Tequendama, separando dos grandes peñascos para liberar las aguas. La leyenda narra además, que el lago se formó por el desbordamiento de los ríos Sopó y Tibitó, pues el dios Chibchacum, ofendidos por los habitantes de la sabana, decidió inundarla, y las aguas cubrieron las viviendas y los cultivos de los muiscas.
Luego de la intervención de Bochica, la Sabana siguió gozando de ricas fuentes de agua, ríos y quebradas, lagos y humedales, ambientes que los nativos, además de disfrutar, consideraban sagrados. ambientes que los nativos, además de disfrutar, consideraban sagrados. El agua era parte esencial de la creación del mundo muisca, y muchos episodios de su mitología acontecieron en lagos y humedales. Entre los dioses relacionados con el agua se cuentan Bochica el héroe civilizador, Sie, la diosa del agua, Bachué3, quien representa el origen de la humanidad pues emergió de una laguna con un niño en sus brazos y su descendencia pobló la tierra; además la diosa Chía,4 quien solicitó a los muiscas ofrecer sacrificios y ofrendas a ríos y arroyos, lagos y lagunas en señal de devoción y respeto a las deidades indígenas.

Las lagunas eran santuarios naturales sacralizados por la mitología:"Ya cuando los padres de los muiscas tenían una edad muy avanzada y sus espaldas estaban cansadas por la vejez, Bachué tomó a su marido de la mano. Así entraron al páramo, a la laguna de Iguaque, y mucha gente los acompañó. Allá se metieron al agua y cuando ésta los cubrió hasta el pecho fue cuando Bachué hablo a sus hijos y a toda la descendencia".

Durante los baños rituales de zipa6 en la laguna de Guatavita, ceremonia que originó la leyenda de El Dorado, se arrojaban al agua ofrendas dirigidas a los dioses en forma de elaborada orfebrería, polvo de oro o piedras preciosas como las esmeralda, pues las lagunas eran para los muiscas el origen de la vida de los dioses y de los hombres.Todas las etapas de la vida del individuo se consagraban en el agua. Sie, la diosa del agua, acompañaba la vida del muisca desde el nacimiento hasta su muerte. En el momento del parto, la madre se acercaba a la orilla de una laguna a dar a luz, y luego del alumbramiento, madre e hijo tomaban un baño en sus aguas, y se encomendaba la vida del recién nacido a la diosa.

Las ceremonias de la llegada de la pubertad o la consagración de los varones que aspiraban a sacerdotes, guardaban una estrecha relación con el agua, pues el ritual se realizaba entorno a las lagunas, y concluía cuando los iniciados se sumergían en sus aguas. De otro lado el rito funerario de los caciques era un especie de baño eterno, ya que eran enterrados junto con gran cantidad de ofrendas de oro en el lecho de una laguna, a la que previamente le habían desviado el curso y para finalizar la ceremonia, se liberaban las aguas que cubrían la tumba.



LA DIETA MUISCA Y LOS HUMEDALES


En la ronda de lagos y humedales los muiscas realizaban actividades relacionadas con la preservación del medio ambiente, pues plantaban árboles para el control de las inundaciones y el mantenimiento de los caudales. Dentro de las especies que utilizaban se encontraban los alisos, arbolocos, borracheros blancos y arrayanes entre otros. Dichas acciones revertían en su beneficio, pues con ello aseguraban la preservación de lagos, ríos y humedales, manteniendo su biodiversidad, "en ese entonces llegaban las garza de Casanare, que venían a desovar entre los juncales".8 Es importante aclarar que hoy, aunque los humedales han reducido su área de ocupación y la contaminación de sus aguas es la elevada, muchas aves al igual que las garzas, siguen viniendo a desovar entre sus juncales.
El agua de ríos, lagos y humedales no sólo sustentaba gran parte de la mitología muisca, sino que regaba los cultivos y le proporcionaba caza y pesca a los nativos. El registro arqueológico de la fauna cazada en tiempos prehispánicos indica que el venado de mayor tamaño era una de las especies más consumidas, al igual que el curí, probablemente domesticado. Otras especies reportadas son el venado pequeño, el conejo, la comadreja, además de varias clases de caracoles, y en menor proporción peces y aves.



FRAGMENTACION DE LOS HUMEDALES


En la década de los treinta se construyó al Aeródromo de Techo, y años más tarde, la Avenida de las Américas, obras que jalonaron el desarrollo urbano hacia el occidente, y que quizá fueron las primeras en afectar los grandes lagos y humedales, ya que fraccionaron la laguna de Tintal en cuerpos de agua más reducidos, formando los actuales humedales de Tibanica, La Vaca, El Burro y Techo y el lago Timiza, fragmentación que no sólo afectó el área física del lago sino que modificó el funcionamiento normal del sistema hídrico de la zona, afectando la flora y fauna natural.
Centro Urbano Antonio Nariño, primera solución en altura frente al problema de la vivienda en Bogotá.
Luego de los devastadores hechos del 9 de abril de 1948, conocido como el bogotazo, la ciudad no sólo cambió su rostro sino que recibió un gran número de desplazados por la violencia que se desató en todo el país. La oleada de refugiados se asentó en nuevos barrios periféricos como el Sosiego, San Isidro, Buenos Aires, Tunjuelito, Bello Horizonte, San Vicente y San Carlos, todos ellos por autoconstrucción.
Por aquella época en Bogotá no sólo se construían barrios de carácter espontáneo; al problema de la vivienda también le daban respuesta entidades como el Instituto de Crédito Territorial, que en 1949 inauguró el barrio Los Alcázares en cercanías de la actual calle 72, modelo de vivienda para la clase media de la época. De igual forma se recurrió a las soluciones en altura, como el Centro Urbano Antonio Nariño, construido por una firma particular en 1952, siguiendo los principios urbanísticos promulgados mundialmente por el arquitecto suizo Le Corbusier.
El crecimiento de la ciudad exigió el trazado de nuevas vías, como la Autopista Norte, construida en 1952, obra de vital importancia para la ciudad, pero que afectó otro de los grandes lagos de la ciudad, dividiéndolo en los actuales humedales de Guaymaral y Torca.
Aeropuerto Eldorado, obra que junto con la Avenida Eldorado afectó los humedales de Jaboque y Capellanía.
De igual forma, la construcción del Aeropuerto y la Avenida El Dorado, obras concluidas en 1958, afectaron la laguna que ocupaba esa área, fragmentándola en los humedales de Jaboque y Capellanía.
En 1961 el proyecto de Ciudad de Techo (hoy Kennedy) generó otro polo de desarrollo que pronto creó una serie de barrios periféricos de origen espontáneo, como Patio Bonito o Britalia, todos ellos construidos sobre la ronda y el cuerpo de agua de los lagos y humedales del sector (por lo que soportan los desbordamientos del río Bogotá en tiempo lluvioso), y de los que sólo subsisten los pequeños humedales de Techo, El Burro y La Vaca.
En 1897 se inició el proyecto Ciudad Salitre. Su columna vertebral es la Avenida de la Esperanza que vincula la urbanización con Fontibón y el centro de la ciudad. La construcción de la avenida afectó una laguna que para entonces abarcaba una extensa área (remanente del gran lago afectado años antes por la avenida del dorado), y de la que hoy sólo sobrevive el humedal de Capellanía.
Al otro extremo de la ciudad, por la década del 90 Suba vivió un fuerte desarrollo urbano. En algunos casos los barrios siguieron las normas urbanísticas, pero en muchos otros, los barrios invadieron, no sólo las rondas de los humedales de Tibabuyes y la Conejera, sino que con base en rellenos ilegales fueron construidos sobre el cuerpo de agua de estos ecosistemas.
Para finalizar este breve recorrido por lo que sobrevive de los humedales de Bogotá, debemos mencionar el Meandro del Say, antiguo curso del río Bogotá en la localidad de Fontibón, que ha sufrido la invasión de su ronda y su cuerpo de agua por industrias del sector.


FUTURO DE LOS HUMEDALES


Como se mencionó antes, de las 50.000 hectáreas de lagos y humedales de la Bogotá del pasado, sólo subsisten 800, y mientras leen estas líneas es posible que la cifra haya disminuido, pues la ciudad crece sobre estos cuerpos de agua, arrinconándolos día a día.
Los factores que han afectado de forma negativa a los humedales han afectado de forma negativa a los humedales han sido muchos: desprecio por la cultura ambiental muisca, vertimientos indiscriminado e inconsciente de desechos en sus cuerpos de agua, construcción de avenidas, relleno ilegales, urbanizadores inescrupulosos de todos los estratos, indiferencia ciudadana, intereses son los más sobresalientes.
Ha llegado el momento de hacer un alto en el camino para reflexionar,. Quizá no sea demasiado tarde para comprender que los humedales de Bogotá no son sólo un área más donde se puede urbanizar, sino que son el hábitat natural y único de una incalculable e incontable variedad de plantas y animales que dependen de ellos para vivir. Un patrimonio ambiental que cualquier ciudad del mundo ansiaría poseer, al fin y al cabo, no a cualquier ciudad llegan patos canadienses, garzas y cardenales de Norteamérica, o sea, la de muchas aves colombianas que vienen a esas pequeñas porciones de naturaleza, aunque estén contaminadas o sitiadas por las construcciones, para empollar.



HUMEDALES EN FONTIBON


Fontibón deriva su nombre de dos vocablos chibchas: Huntiva, "poderoso guerrero" y Ontivón, "Pueblo Chibcha". Esta zona fue codiciada por Gonzálo Jiménez de Quesada, ya que la solicitó ante el Rey.
Hacia 1594 habitaban en Fontibón ciento treinta y cinco sacerdotes muiscas que ejecutaban sus rituales religiosos entorno a lagos, humedales y al río Bogotá. Pero en 1599, el arzobispo Loboguerrero ordenó desterrar a ochenta de los sacerdotes y encarceló al resto. Para erradicar las costumbres indígenas se inició una campaña de catequización y se prohibieron, bajo la pena de excomunión, las consultas a chamanes y brujos. Años después la aculturación de los indígenas pasó a manos de los jesuitas.
El oidor don Francisco de Anucibay construyó puente para unir a Fontibón con Santafé. Más tarde, durante la Colonia y parte de la República, se construyó una vía de tierra con el fin de unir a Fontibón con la ciudad (actual calle 13) ya que en la zona se encontraban lagunas y grandes áreas inundables, por su proximidad con el río Bogotá, lo que dificultaba el traslado entre los municipios.
En las primeras décadas del siglo XX Fontibón era un municipio poblado por campesinos dedicados a la agricultura.
En la década del treinta, con la apertura de la Calle Trece o Avenida Jiménez, se dio un gran impulso al desarrollo de Fontibón, lo que atrajo las industrias al sector.
Meandro del Say
Reseña Histórica
A principios del siglo XX, las grandes haciendas que desde los tiempos de la Colonia rodeaban el meandro, comenzaron a ser parceladas dando paso a fincas de pequeños propietarios productores de maíz, papa, cereales y hortalizas, que pertenecían al municipio de Fontibón. Los pobladores de las inmediaciones de aquella curva del río Bogotá eran campesinos que mantenían escasas relaciones con la ciudad, debido a la falta de vías y a las lagunas que aislaban a Fontibón. Situación que durante los años 30 mejoró notablemente con la construcción de la calle 13.
La hacienda el Say pertenecía al señor José Alberto Ortiz quien dedicaba el terreno al cultivo de hortalizas y papa. Tras la muerte del propietario se efectuó un proceso de sucesión y se subdividió la finca entre los hijos y la esposa del difunto, quienes a la fecha son los propietarios. La hacienda se dividió en dos; el Say y la Estancia.
Del meandro del Say s encontraron fotografías aéreas tomadas a partir del 1978, período en el cual existían, tanto en la parte interna y las rondas, tierras de uso agrícola. La única intervención apreciable sobre el cauce del meandro era una vía de penetración hacia el área interna, que cruzaba mediante un puente el cuerpo de agua, destinada muy seguramente para el transporte de productos agrícolas hacia la Avenida Centenario.
En 1986 se presentaron cambios notorios en el cauce del río Bogotá, específicamente en la meandro del Say, pues se ejecutaron obras que desviaron el curso original del río, y su cauce a partir de ese año tomó un “atajo” artificial que elude el meandro”. En consecuencia, se disminuyó el caudal de agua en el meandro, mientras se incrementó la sedimentación, al tiempo que se acentuaba la población de vegetación lacustre. Es decir, el meandro, pasó de ser una curva como cualquier otra del río, a transformarse por efecto de la mano del hombre, en el humedal que conocemos.
Para esa fecha, en la parte interna del meandro la actividad agrícola se mantenía, pero era notorio la aparición de cercas vivas de eucalipto parcelando las zonas de cultivos.
En el área externa, la zona comprendida entre el meandro del Say y la Avenida Centenario, fue acondicionada para su posterior urbanización por medio de rellenos. Por su parte, la vía que penetraba el meandro no sufrió cambio alguno.
Para 1992 las condiciones del antiguo cauce del río Bogotá cambiaron nuevamente. El jarillón levantado para la desviación del río redujo aún más el aporte directo de agua del río hacia el meandro, incrementando su desecación. L espejo de agua disminuyó casi un 60% con respecto al de 1986. Así mismo, aumentó la presencia de vegetación lacustre, que se expandió a lo largo y ancho del cauce abandonado.

En la ronda aledaña a la Avenida Centenario, donde se habían practicado los rellenos, surgieron una serie de industrias que empezaron a vertir sus aguas residuales al ecosistema.
En los años siguientes el número de industrias y bodegas ubicadas en cercanías a la Avenida se incrementó, y, como se aprecia en la foto de 1998, las invasiones superaron la margen externa del meandro, tomándose la zona interna y alterando en forma grave el ecosistema. De igual forma es notoria la apertura de una serie de vías, como parte del proceso urbanizador, y para el desarrollo de la Zona Franca. Para la misma fecha, el meandro del Say, aún contaba con espejo de agua aunque en un porcentaje menor al de 1994, pero la vegetación lacustre (juncos, gramíneas, ciperáceas) cubría alrededor del 70% del cauce abandonado.
Se puede decir que de continuar los procesos de relleno e invasión del meandro, se llegará a la pérdida total de la vegetación y del hábitat propio del humedal, especialmente porque la carga de desechos industriales que recibe, lo deterioran y degradan en forma alarmante.
El actual meandro del Say se formó, como se mencionó antes, por la modificación artificial del cauce del río Bogotá, lo que ocasionó la disminución del aporte hídrico por parte del río. Esto creó un ecosistema distinto al natural, pues el agua que contiene el meandro cambió su condición de movimiento constante a ocasional, lo que favoreció el incremento de la sedimentación y de la vegetación lacustre. Actualmente existen unas compuertas que el acueducto maneja de acuerdo a los cambios del nivel del agua.
Bajo condiciones normales, los cauces abandonados pueden alcanzar una pérdida anual del 5% del área total por sedimentación, pero este valor se ha incrementado en el Say por la invasión de las industrias, que además descargan en él desechos altamente contaminantes. Factores que han elevado la rata de sedimentación, hasta casi un 15% del área existente.


domingo, 28 de junio de 2009